Un nuevo estudio aporta pruebas de que la psilocibina, el componente activo de las setas “mágicas”, induce cambios duraderos en la neuroplasticidad y que estos cambios están relacionados con mejoras en los síntomas de la depresión. La investigación se ha publicado en la revista Journal of Psychopharmacology.
La psilocibina, junto con otros psicodélicos como el LSD y el DMT, se asocia desde hace tiempo a alteraciones vívidas de la percepción y el estado de ánimo en los seres humanos. Se cree que estos efectos están mediados principalmente por la activación de los receptores de serotonina 5-HT-2A en el cerebro. Sin embargo, aunque los psicodélicos se han utilizado durante siglos en diversos contextos culturales y espirituales, cayeron en desgracia a mediados del siglo XX debido a restricciones legales y preocupaciones sociales.
Pero en los últimos años, los investigadores han reavivado el interés por estas sustancias, explorando su potencial para tratar una amplia gama de afecciones neuropsiquiátricas y de salud conductual. Mientras que los antidepresivos tradicionales pueden tardar semanas en producir mejoras notables y deben tomarse a diario, los primeros ensayos sugirieron que la psicoterapia asistida con psilocibina podría ofrecer efectos terapéuticos rápidos y duraderos tras sólo una o dos dosis.
Sin embargo, los mecanismos que subyacen a los efectos terapéuticos de la psilocibina han permanecido en gran medida elusivos. Para arrojar luz sobre esta cuestión, los investigadores se propusieron estudiar si la terapia con psilocibina podría mejorar la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y recablearse. Comprender los mecanismos subyacentes a los beneficios de la psilocibina podría allanar el camino hacia tratamientos más específicos y eficaces contra la depresión.
“Si los tratamientos psicodélicos producen cambios duraderos en el estado de ánimo tras sólo una o dos dosis, es importante caracterizar los mecanismos neuronales que subyacen a estos cambios duraderos en el cerebro”, afirman los autores del estudio, Deepak Cyril D’Souza (Catedrático Albert E. Kent de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale) y Patrick D. Skosnik (profesor de la Facultad Bouvé de Ciencias de la Salud de la Universidad Northeastern).
En el estudio participaron 22 personas diagnosticadas de trastorno depresivo mayor. Estas personas llevaban una media de 20 años padeciendo depresión y habían seguido al menos un tratamiento antidepresivo sin éxito. Además, habían dejado de tomar antidepresivos convencionales durante al menos dos semanas antes de participar en el estudio.
Los participantes se sometieron a dos sesiones de dosificación con un intervalo de 4 semanas. En una sesión, recibieron un placebo (celulosa microcristalina), y en la otra, psilocibina (0,3 mg/kg, hasta una dosis máxima de 35 mg).
Durante cada sesión de dosificación, los participantes fueron atendidos por un terapeuta del estudio y un psiquiatra. Se les animó a tener experiencias dirigidas hacia el interior, facilitadas por música de apoyo y el uso opcional de auriculares y antifaces. Se ofreció psicoeducación y psicoterapia antes, durante y después de las sesiones de dosificación.
El estudio incluyó tanto evaluaciones clínicas como mediciones EEG (electroencefalografía) para evaluar los efectos de la psilocibina. Los investigadores se centraron específicamente en una medida conocida como potencia theta evocada auditivamente, un patrón particular de actividad eléctrica cerebral que se ha relacionado con la neuroplasticidad. Los datos del EEG se recogieron 1 día y 2 semanas después de cada sesión de dosificación.
Los investigadores descubrieron que los participantes que recibieron psilocibina experimentaron mejoras significativas en sus síntomas de depresión. Los efectos se observaron a lo largo del tiempo, con una disminución constante de las puntuaciones de depresión en las semanas posteriores a la administración de psilocibina.
Dos semanas después de la administración de psilocibina, los participantes mostraron un aumento significativo de la potencia theta evocada auditivamente en sus lecturas EEG. Esto sugiere que la psilocibina puede aumentar la neuroplasticidad en el cerebro, contribuyendo potencialmente a sus efectos terapéuticos.
“Encontramos pruebas objetivas mediante electroencefalografía que sugerían cambios duraderos en el cerebro tras la exposición a una sola dosis de psilocibina”, afirmó D’Souza.
“Nos sorprendió que los cambios cerebrales tras la psilocibina (utilizando nuestra medida EEG de neuroplasticidad) se produjeran sólo dos semanas después del tratamiento con psilocibina”, señaló Skosnik. “Esto sugiere que algún proceso/mecanismo relacionado con los cambios neuronales tras la psilocibina evoluciona días o semanas después del tratamiento”.
Es importante destacar que los investigadores también examinaron la correlación entre el cambio en las puntuaciones de depresión y el cambio en la potencia theta en los datos del EEG de 1 día a 2 semanas después de la administración de psilocibina. Se observó una correlación negativa significativa, indicando que a medida que disminuían (mejoraban) las puntuaciones de depresión, aumentaba la potencia theta en el EEG.
A medida que la investigación en este campo sigue evolucionando, se espera que psicodélicos como la psilocibina puedan ofrecer nuevas esperanzas a los individuos que luchan contra la depresión, ofreciéndoles un alivio rápido y sostenido de sus síntomas. Sin embargo, se necesitan más estudios con cohortes más grandes y poblaciones más diversas para validar estos hallazgos preliminares y allanar el camino para terapias seguras y eficaces asistidas por psicodélicos en el futuro.
“Los hallazgos deben repetirse, ya que se trata de un estudio y una muestra relativamente pequeños. Además, debemos intentar comprender los mecanismos subyacentes a estos cambios”, señalaron los investigadores. “Por último, nos gustaría dar las gracias al resto de nuestro equipo de investigación y a los coautores, en particular al Dr. Jordan Sloshower, que desempeñó un papel fundamental en la realización de este estudio”.
El estudio, “Sub-acute effects of psilocybin on EEG correlates of neural plasticity in major depression: Relación con los síntomas”, fue escrito por Patrick D. Skosnik, Jordan Sloshower, Hamideh Safi-Aghdam, Surbhi Pathania, Shariful Syed, Brian Pittman y Deepak C D’Souza.